El gobierno japonés informo a través de un portavoz oficial, su firme disposición de abandonar la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y reiniciar el acoso y la caza con fines comerciales de estos enormes animales marinos y durante el próximo año.
Japón vuelve a cazar ballenas
Esta es una decisión que de seguro generará críticas, no solo de los países miembros de la Comisión, sino también de los diversos grupos ambientalistas.
“La caza con fines comerciales de cetáceos que se rehabilitará a mediados del próximo año se circunscribirá a las aguas territoriales y las zonas económicas de uso exclusivo del país oriental. Por lo que la misma no tendrá injerencia en aguas internacionales”, agregó el portavoz nipón.
Podría decirse que la noticia no genero ningún tipo de sorpresa, ya que la misma se produce una vez que el país asiático fracaso en su intención de persuadir a la CBI, en que le permitiera la continuación de la caza de ballenas con fines comerciales.
Japón ha venido amenazando de manera reiterada con desvincularse de la Comisión, posición esta que ha sido duramente criticada habitualmente por tratarse de una nación que en clara violación de los tratados, ha cazado cientos de cetáceos anualmente con la excusa de “investigación científica”, irrespetando su condición de ser parte de un acuerdo acerca de la caza de ballenas.
El portavoz oficial nipón aprovecho e informó que su país notificaría de forma oficial su decisión a la CBI a fines de año, lo que conlleva que la retirada de ese país oriental se haría efectivo a mediados del próximo año.
La muy criticada decisión de renunciar a la CBI, se traduce en que los balleneros nipones reanudarían la caza en su mar territorial de las pequeñas ballenas minke y otras resguardadas por la Comisión.
No obstante, Japón no podrá cazar ballenas con fines científicos en la zona de la Antártida, en la que han laborado de manera excepcional por formar parte de la CBI.
Una vez oficializado la retirada de Japón, pasaría a engrosar filas junto a países como la República de Islandia y el Reino de Noruega, en claro desafío a las políticas proteccionistas de la Comisión.
Esta decisión es una clara afrenta a los grupos conservacionistas y a aquellas naciones como Australia y Nueva Zelanda que aborrecen esta práctica considerada depredadora, profundizando la brecha entre los países que están a favor de la caza de ballenas y los que no lo están.
Japón es una nación con tradición ballenera y la caza de estos cetáceos fue fuente de alimentos durante los años que siguieron a la segunda conflagración mundial, en los que el país asiático se hallaba sumido en una profunda crisis.
Sin embargo, hoy no se puede decir que Japón sea un país donde se consume mucha carne de ballena, ya que su gente extrañamente consume ese tipo de carne, al punto que la mayoría jamás la consumen.
Puede decirse que la caza de ballenas no es un tema propio de la agenda política japonesa, pero la firme posición de otras naciones ante la batida de ballenas, en cierto modo ha servido para que los políticos del ala conservadora nipona, de alguna manera se hayan unido a la tradición.
Es el caso de la militancia del Partido Demócrata Liberal del primer ministro Shinzo Abe, venido de una zona donde precisamente dicha práctica es tradicional y donde se han manifestado abiertamente a favor de la caza de ballenas, lo que seguramente tuvo alguna incidencia en la infausta decisión.
El gobierno japonés cuestiona a la CB bajo el argumento que la caza de ballena forma parte de la tradición nipona, por lo que su separación de la Comisión abriría las puertas para que la misma continúe y sea parte del legado cultural a las próximas generaciones.
En septiembre, Japón trato de persuadir a la Comisión para que esta accediera a su petición de reanudar la caza de ballenas con fines comerciales, bajo la excusa de la existencia de suficientes ballenas.
Sin embargo, dicha propuesta obtuvo un rotundo fracaso, ante el duro obstáculo protagonizado por Australia, la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, fervientes opositores a esta práctica, calificada por muchos como cruel.
Entre las organizaciones conservacionistas que criticaron la decisión japonesa, se cuenta la conocida ONG Greenpeace, que no vacilo en calificar el anuncio como “malicioso”.
Para Greenpeace la información dada por el portavoz japonés no se amolda con el resto de la comunidad internacional y en nada colabora con la protección y conservación de este espécimen marino, para el resguardo y defensa de los océanos y estos vistosos animales.
Japón ha aprovechado durante muchos años una zona donde se permite la caza de ballena y bajo la excusa de “investigaciones científicas”. En todo momento sus autoridades han manifestado que la población de ballenas es suficiente para permitir la caza con fines comerciales.
Es bastante importante destacar que en 2014, la Corte Internacional de Justicia ordenó a Japón a poner fin a su programa de caza de ballenas en la zona de la Antártida, después que sentenció que ese país había sacrificado miles de ballenas desde el año 2005, sin que hasta aquel momento existiesen evidencias de aportes científicos que rusticaran dicha práctica.
Lamentablemente el mencionado programa solo sirvió para valerse de la carne de las especies cazadas para ser vendidas en los mercados, bajo la argucia de ser productos legales identificados como de naturaleza científica.
Los portavoces se quejan de que en ningún momento países miembros de la CBI han dado autorización alguna.
En la última reunión de la CBI, que como ya se dijo tuvo lugar en septiembre pasado, una vez más no quedo duda de la brecha insalvable entre aquellos países que apoyan la caza de ballena comercial por considerar la supuesta sustentabilidad de la población de ballenas, y de aquellos países que se pronuncian a favor de la protección de los cetáceos.
Ahora solo nos falta esperar el siguiente movimiento del país nipón, tan adelantado para unas cosas y tan atrasado para otras.